
Alberto Penagos nació en la Ciudad de México en 1988. Desde pequeño tuvo grandes habilidades para el dibujo. El pintor Jesús Aguirre fue su principal mentor en la comprensión y el valor del arte. Fue parte del equipo de trabajo de Rafael Cauduro en el proyecto del mural Siete crímenes mayores para la Suprema Corte de Justicia de la Nación (2007-2009). La obra de Penagos forma parte de importantes colecciones en México y en el extranjero.
Revista Terraza (RT): Alberto, ¿cómo ha sido tu evolución como artista antes, durante y después de la pandemia?
Alberto Penagos (AP): Partiendo de esa época, yo creo que en todos hubo una reflexión de como vivíamos, en general, de a lo que le prestábamos atención y a lo que no. Yo afortunadamente, por la actividad a la que me dedico, estoy muy acostumbrado a pasar mucho tiempo solo y en un espacio cerrado, pero entiendo que no es lo común. En esta perspectiva, mi cambio fue menor. Pero sí, también el hecho de estar tanto tiempo conmigo mismo y con este contexto global que estábamos viviendo, me hizo generar, justamente, obras relacionadas con el tema, no tanto enfocado al padecimiento físico de la enfermedad, como tal, sino más bien a las cuestiones psicológicas que traen consigo dos años de un confinamiento y todas estas crisis que ya están por demás sabidas.
Eso por un lado, y por otro lado me hizo también, concretamente hablando de la obra, arriesgarme a experimentar otras cosas, sobre todo en materiales para ver cómo reaccionaban con las superficies, etc. Me dio más apertura, literal, también en el espacio de producción artística como tal porque el estudio que tenía era de menores dimensiones a las de ahora. Entonces, obviamente eso posibilita experimentar otras cosas, como formatos. Creo que en ese sentido fue donde más se reflejaron los cambios, hablando estrictamente del antes y después de la pandemia, pero mi obra ha ido evolucionando a lo largo de 17 años de carrera que llevo, más o menos, ya enfocado en la pintura.
Antes hice grafiti. Antes de pintar, en la adolescencia, me llamaba mucho la atención el dibujo que, si bien, no tenía muy claro en esa época que iba a dedicarme al arte, pero sí había el gusto por ello, sobre todo por el grafiti que en esa época era políticamente incorrecto, completamente era considerado como vandalismo, no estaba eso del street art, Bansky todavía no sonaba, por lo menos aquí todavía no llegaba, ni todos estos artistas urbanos que institucionalizaron esa rama (del arte).
De ahí, derivé a hacer pintura en forma y a arropar mi carrera como productor artístico, como pintor específicamente. Y ese es un primer cambio: pasé a lo políticamente correcto en ese momento. En un principio las temáticas no eran las que abordo ahorita… Siempre me llamó mucho la atención la figura humana, pero no eran los mismos temas al inicio, eran muy de entender los materiales y de aprender. Entonces, de alguna forma, no había un lenguaje propio; era como mucha búsqueda porque se trataba de aprender. Ya después fui encontrando mi tema: la figura humana.
Y ahí van otros parteaguas: del grafiti a lo políticamente correcto, y después de la temática inicial de entender los materiales y aprender a ir encontrando un diálogo más propio con la obra, ir conectando como artista con la producción y ver qué es lo que quieres decir en la obra y, de alguna manera, ir materializando tus emociones, pensamientos; todo lo que el artista trae, lo materializa en un elemento que, en este caso, es visual: un cuadro o un dibujo
Después, cuando estaba empezando a hacer la figura humana y a arriesgarme a lo que yo quería pintar, tuve la gran fortuna de conocer y trabajar con el maestro Rafael Cauduro. Entonces, eso fue otro parteaguas en mi carrera. Yo conocía su trabajo por imágenes, pero no tenía el gusto y el honor de conocerlo en persona. Y cuando comenzó a hacer el proyecto de los murales de la Suprema Corte de Justicia, tuve el privilegio de formar parte de su equipo durante todo el proceso, que fueron tres años. Y eso, obviamente, me llevó a ver otro panorama en la pintura, en la producción, a entender más los materiales, a salirme de lo institucional, del cómo pintar, a llegar a una metodología más arriesgada y suelta, fuera de las academias. Eso generó otro parteaguas en mi producción que me tardé en arropar en mi obra, en hacer parte de mi obra, debido a que está muy cerca el vínculo entre Rafael y yo, y mucha gente cree que somos muy parecidos en cuanto a producción, pero en realidad, hay muchas diferencias.
Entonces, justamente porque yo no quería eso, yo quería seguir conservando mi lenguaje, me tardé en encontrar una manera distinta de manejar todo esto, por esa cercanía, porque nunca ha sido mi interés hacer lo que él (Cauduro) hace, los cómos y las maneras son muy diferentes. Pero haber estado con él -lo cual agradezco infinitamente… Es más, tenemos una amistad muy padre- me abrió el panorama de que no todo tenía que quedarse en la manera académica de hacer la pintura: solamente lienzos en tela, el óleo embarrado sobre una tela, sino que se podían incorporar otras cosas. Y eso a mi me empezó a llamar mucho la atención y lo empecé a meter en mi lenguaje, en lo que, como comenté, me tardé mucho tiempo porque el proyecto, la época con el maestro Cauduro, culminó en el 2010, y yo empecé a incorporar otros materiales hasta, aproximadamente, el 2016. Justamente porque quería encontrar mi lenguaje.
Temáticamente, me dio mayor seguridad en abordar ciertos temas que ya eran parte de mi interés desde antes, incluso, de haber estado con Rafael. Por ejemplo, hice una exposición en torno a la violencia de género, que es un tema muy arriesgado para afrontar y muy latente, siempre ha sido, pero hoy está todavía más tomado en cuenta. Cuando yo hice la exposición, en el año 2015, no estaba tan efervescente, a ojos públicos todavía era políticamente incorrecto… O querían, más bien, hacer ojos ciegos porque, en realidad, es algo que desafortunadamente lleva muchos años más. El arriesgue hacia esa temática, hacia afrontar una cuestión social, digamos, la valentía, la seguridad para afrontar esos temas se potenció por el hecho de haber vivido el proceso (del mural de los crímenes), que igual es un tema muy delicado y fuerte. La cuestión de género es algo que a mi me llama mucho la atención, y así, tengo otros (intereses) que eventualmente se irán desarrollando.
RT: ¿Qué aprendiste de Rafael Cauduro durante el proceso creativo de los murales de la Suprema Corte de Justicia?
AP: Yo creo que el arriesgue; es una de las cosas más importantes… La valentía para afrontar riesgos en la obra. Creo que esa es una de las características más importantes que Rafael llevaba mucho a cabo. Evidentemente, hay una influencia, nunca lo he negado, pero no solamente de él, tengo influencia de muchos artistas y creo que es válido, importante y, además, inevitable en muchos sentidos porque aprendes de ver, sobre todo en las primeras etapas… Siempre, pero creo que en las primeras etapas de una carrera, cualquiera, vas a estar viendo fotografías, libros, vas a ver alguno que que te guste, otro que no te guste, y vas a tratar de ver cómo lo hizo para llevarlo a tu trabajo. De esa manera, creo que las influencias son muy sanas, siempre y cuando se mantenga tu propio yo, tu lenguaje, tu propia intención, porque es lo que va a hacerte diferente del otro.
Rafa Cauduro tiene una frase que me gusta mucho. Él dice que es más importante en la obra el cómo que el qué, porque los temas, a lo largo de la historia, son los mismos que se han ido diciendo de una u otra forma y lo que los hace diferentes y los vuelve a traer al momento actual es el hecho de que se digan de una manera distinta: el cómo. Esa es otra de las cosas con las que también me quedo como aprendizaje además de la amistad, es una persona (Cauduro) que yo quiero y aprecio mucho como ser humano, es un gran gran amigo.
RT: Y como artista, ¿cuál es tu cómo?
AP: Tiene que ver mucho con implementar materiales diferentes para dar otras características visuales. Por ejemplo, la superficie que estoy pintando que, regularmente, es madera, que me da otras posibilidades como soporte respecto a la tela… La veo como si fuera una piel… Me intriga este tema de la herida en la carne, de dañar una superficie orgánica. Entonces, los soportes de madera me permiten mucha mayor agresión que en las superficies de una tela, que es mucho más fácil romperla y destruirla. Ahorita me he estado enfocando en hacer todo un contexto de diferentes materiales que después generan una atmósfera completamente abstracta, lo que me posibilita después integrar el elemento figurativo a este entorno abstracto que termina siendo materia que después sufre una agresión, como piel. Y después cuando llegan los elementos, cuando llega el personaje y toda la estructura rígida de generar una figura humana, con todo lo riguroso del trazo. Eso, a su vez, se conjunta con la abstracción del inicio para hacer una cuestión (sic) homogénea, que se vea todo integrado. Ese diálogo a mi me está gustando mucho.








