«La luna es un plátano», de Camel Perea, o de cómo continuó cortándose con los cristales 

Con una soberbia portada de la destacada artista visual Valeria Furman y el generoso prólogo del respetable jazzista Manolo Rodríguez Elorduy, este poemario editado por Libros del Fresno del poeta Víctor Bahena, nos propone a través de los versos de Camel un retrato de la sociedad chilanga contemporánea

Un comentario

Por Estuardo Sororo

El hiperactivo autor Camel Perea una vez recuperado de sus desequilibrios constantes, de esos comunes tropiezos e intervenido ya entre su círculo de amigas, para ascender del Monte Everest o, mejor dicho, del Fénix, nos presenta su último libro: La luna es un plátano, sinonimia de la incompletitud.

Acostumbrándonos siempre a títulos divertidos y desafiantes, como si residiera ahí su verdadera aportación estética a la cultura, esta vez nos comparte desde su poemario una visión cruda y lúdica de la ciudad como territorio de representaciones, una manera de replantearnos algunos símbolos para cuestionarnos la coyuntura, siempre con algún verso para apuntalar lo que en nuestra sociedad acontece, como el  centralismo  cultural, la vida nocturna, la niñez y la gentrificación.

Con una soberbia portada de la destacada artista visual Valeria Furman—de quien les hablaré en próximas columnas— y el generoso prólogo del respetable jazzista Manolo Rodríguez Elorduy, este poemario editado por Libros del Fresno del poeta Víctor Bahena, nos propone a través de los versos de Camel un retrato de la sociedad chilanga contemporánea, ojalá que no encontráramos a este trovador sin rabia comprando en la recién estrenada torre Mítica vestidos y sombreros y que cambiara a ese grupo privilegiado de artistas de los que se rodea, para sumarse a los grupos de colegas que sí están proponiendo un cambio real y no solo se quede en las palabras que a veces logra concedernos como finas estampas. 

Anhelamos que artistas como él, que han hablado de cosas importantes, no tengan entre su aspiracionismo solamente el ser residentes del Doral o Coral Gables, ahora que ha andado tanto por el norte,  cuando hay tanto en México por cantar, contar y transformar.

Vale la pena comprar el libro, siempre y cuando nos regale un poquito más de congruencia y diálogo ahora que el autor se encuentra fuera de las redes sociales. Se le puede ver caminando por el barrio de Xoco, que ya no es más un barrio, bajo una luna que en nada resulta platanar.

Singular: 1 comentario en “«La luna es un plátano», de Camel Perea, o de cómo continuó cortándose con los cristales ”

Deja un comentario