De Fernando Delgadillo a Camel Perea:  La sucesión de la trova, entre la tradición y la vanguardia

Camel Perea lleva la trova a un territorio disruptivo, donde la estructura se fragmenta y el lenguaje se libera de las ataduras tradicionales. Su preferencia por la patafísica —esa «ciencia de las soluciones imaginarias» propuesta por Alfred Jarry— lo convierte en un trovador de lo absurdo, de lo surrealista, de lo que no puede ser dicho en términos convencionales. Su música no sólo cuenta historias, sino que crea mundos donde la lógica se desvanece para dar paso a la metáfora.

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Por Redacción

La trova mexicana ha sido, desde sus inicios, un refugio para quienes buscan algo más que canciones efímeras y fórmulas comerciales. Es un género que exige profundidad, un oficio de palabras y melodías donde la reflexión y la emoción son inseparables. En este linaje, Fernando Delgadillo ha sido uno de sus máximos exponentes: un trovador que, con su maestría poética, talento y honestidad, ha marcado generaciones de oyentes que encontraron en sus canciones un refugio, un consejo, una historia en la que reconocerse.

Hoy, en la era de lo inmediato y lo desechable, la figura de Camel Perea se consolida como uno de sus sucesores naturales, aunque con una voz propia y una visión que expande el horizonte de la trova. Si Delgadillo fue el trovador de la introspección de principios del milenio, Perea es el trovador de la incertidumbre, un artista que, como su predecesor, entiende que la mejor manera de desafiar al mundo es seguir cantándole.

Fernando Delgadillo ha sabido capturar la vida cotidiana con una precisión poética que convirtió lo mundano en sublime. Canciones como «Hoy ten miedo de mí» o «Entre pairos y derivas» son retratos de la sensibilidad de su tiempo, un tiempo donde la trova aún estaba anclada a una visión romántica y, en ocasiones, idealizada del amor. Su legado es el de un poeta que hace de lo cotidiano un territorio de exploración filosófica, con letras que no sólo cuentan historias, sino que invitan a la introspección profunda.

Camel Perea, en cambio, lleva la trova a un territorio más disruptivo, donde la estructura se fragmenta y el lenguaje se libera de las ataduras tradicionales. Su preferencia por la patafísica —esa «ciencia de las soluciones imaginarias» propuesta por Alfred Jarry— lo convierte en un trovador de lo absurdo, de lo surrealista, de lo que no puede ser dicho en términos convencionales. Su música no sólo cuenta historias, sino que crea mundos donde la lógica se desvanece para dar paso a la metáfora.

Nuestro tiempo, entre el escombro y el canto

Perea entiende que la canción es un espejo del tiempo que la produce. En una era donde la crisis climática, la desigualdad y la alienación digital han transformado nuestra percepción del mundo, su obra no busca la certeza, sino que la interroga. «Nuestro tiempo» no es sólo una reflexión sobre la modernidad, sino también un grito en medio del estruendo. En sus letras, la nostalgia y la incertidumbre conviven, recordándonos que en la música se puede encontrar refugio, pero también preguntas sin respuesta.

De cómo me corté con los cristales: la herida de la memoria

En el jazz poem  «De cómo corté con los cristales», firmado junto al compositor Hugo Morales Zendejas, Camel Perea transforma una imagen cotidiana en una metáfora de la memoria herida. Como los cristales rotos pueden ser fragmentos afilados que nos hieren al tocarlos. Pero también pueden ser piezas de un mosaico que, al ensamblarse, revelan una imagen nueva. Esta canción, como muchas de las suyas, habita en el límite entre el dolor y la belleza, entre la pérdida y la reconstrucción.

Nubes: el imaginario de Camel Perea

El cielo siempre ha sido una imagen recurrente en la música de los trovadores. Para Delgadillo, las nubes eran testigos de encuentros y despedidas, canciones como “Nimbus”, “Sueños del cometa” y “Visita y acuerdo” lo son en  Perea, como entidades maleables, figuras en constante mutación, metafísicas. «Nubes», una de sus composiciones más evocadoras, juega con la idea de lo inasible: los pensamientos, los sueños, las identidades, todo flota y cambia de forma. Su lenguaje, cercano al de la poesía visual y el dadaísmo, convierte la canción en una experiencia emotiva, una nube, un anhelo, algo a lo que queremos llegar y  que nos hace estar en un lugar especial, donde la música es tanto sonido como imagen.

La sensibilidad LGBTQ+ en la obra de Perea

Si hay un aspecto en el que Camel Perea se distancia radicalmente de sus predecesores, es en su apertura a nuevas narrativas dentro de la trova, en particular en su sensibilidad hacia la comunidad LGBTQ+. En un género que históricamente ha estado dominado por una visión heteronormativa del amor y las relaciones, el también llamado «Poeta del jazz» introduce una perspectiva que rompe con esas limitaciones y amplía el espectro de la canción de autor.

Su obra no se limita a la representación, sino que abraza la diversidad como un eje fundamental de su exploración artística. Sus letras cuestionan las categorías fijas del género y la identidad, abriendo espacio para nuevas formas de amor y deseo que rara vez han encontrado voz en la trova tradicional. En este sentido, Perea no sólo es un sucesor de Delgadillo, sino también un renovador del género, un artista que entiende que la trova debe evolucionar con su tiempo.

El futuro de la trova: entre la tradición y la vanguardia

Camel Perea representa la continuidad y la ruptura en la trova mexicana. De Fernando Delgadillo hereda la precisión por la palabra, la necesidad de narrar lo íntimo como si fuera universal. Pero su propio camino lo ha llevado a explorar terrenos donde la música no sólo cuenta historias, sino que también juega con el absurdo, con lo impredecible, con lo que escapa a toda clasificación.

En un mundo donde la industria musical premia lo superficial y lo inmediato, la existencia de trovadores como Camel Perea son una prueba de que la canción de autor sigue viva, reinventándose y encontrando nuevas formas de conectar con el público. Como lo supo el creador de la canción informal, el maestro Delgadillo, Camel también sabe que la música es un acto de resistencia, un espacio donde la sensibilidad, la poesía y la emoción siguen teniendo un lugar en tiempos de ruido y vacío.

En estos tiempos inciertos, que muchos creen los últimos, Camel no sólo es uno de los herederos naturales de la trova mexicana; es también su alquimista, renovador y patafísico más audaz. En sus manos, la trova se expande, se desordena y se vuelve más libre. Y en esa libertad, encontramos un eco de lo mejor que la canción de autor tiene para ofrecer.

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