De lo pulido a la tendencia de lo impuro en el cine actual

«Memorias de un caracol», «La chica de la aguja» y «Compañera perfecta» son muestra de que la experiencia estética puede apreciarse en lo grotesco, incorrecto e imperfecto.

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Por Marcos Castañeda Contreras

Pulir en el arte es una técnica utilizada para alisar y abrillantar la superficie de una obra artística en la búsqueda de su perfección, a lo que Byung-Chul Han llama desaparecer la negatividad por todas partes, todo debe aplanarse para convertirse en objeto de consumo.

El filósofo y ensayista surcoreano, radicado en Alemania, ha escrito sobre la estética de lo pulido y su relación con la sociedad contemporánea. En su libro La agonía de Eros (2014) explora cómo la obsesión por la perfección y la positividad han llevado a una pérdida de la negatividad y la alteridad en el arte y en la vida.

En la cuenta de Instagram de contra_vanguardia se preguntan ¿El arte se ha degradado porque la sociedad también lo ha hecho? La respuesta es una reflexión de Han sobre la “La salvación de lo bello”, siendo una crítica a lo pulido. “Lo pulido, pulcro, liso e impecable es la señal de identidad de la época actual. Es en lo que coinciden las esculturas de Jeff Koons, los iPhones y la depilación brasileña.

“Según Byung-Chul Han, a diferencia del arte tradicional que era bello, con un trasfondo ideológico, capaz de engañar a los sentidos, sacudir emocionalmente al espectador y generar placer; el arte contemporáneo es un arte pulido porque incita a dejar de pensar y sentir, impidiendo cuestionamientos sobre lo estético y artístico de lo observado.

“Lo terso, liso, pulcro, satinado y pulido son resultado de la involución de la belleza que terminó por distorsionarse y degradarse a sí misma. Pertenecen a una categoría estética vacía, la cual se caracteriza por ser inmediata y simple, ya que anula la distancia contemplativa y la experiencia estética”. Se limita a un “wow” y/o “me gusta”.

Las reflexiones de Han sobre lo pulido son el hilo conductor para abordar lo contrario a lo liso, a las impurezas fílmicas. Las imperfecciones del universo infantil, la maternidad y la pareja neoconservadora. Memorias de un caracol (2024), La chica de la aguja (2024) y Compañera perfecta (2025), son muestra de que la experiencia estética puede apreciarse en lo grotesco, incorrecto e imperfecto.

“Mi estilo visual es una celebración de nuestras grietas y caídas. Todo es un poco imperfecto, un poco asimétrico y parece que se cayó en el piso. Pero para mí eso es el stop-motion, es sobre cosas tangibles y táctiles, no perfectas y refinadas…”, declaró Adam Elliot, director y animador de Memorias de un caracol, en entrevista para el periódico Reforma (19/02/2025).

“Los acumuladores suelen haber sufrido alguna pérdida en su vida, la pérdida de un hijo, un hermano o un gemelo, y el acaparamiento se convierte en un mecanismo para lidiar con toda la pérdida y el dolor”, comentó Elliot, y su personaje central en Memorias de un caracol, Grace Pudel es una acumuladora de historias trágicas.

Grace colecciona caracoles como una metáfora de protección ante los dolores de una infancia marcada por las infelicidades, muerte de sus padres, labio leporino en su nacimiento, separación de su hermano gemelo, acoso escolar, una familia de acogida guiada por lecturas motivacionales y nudista, una juventud permeada por la soledad y un matrimonio por el fetichismo de su pareja.

Grace es el paroxismo de la estética de la película. Es una vida áspera como lo rugoso de la técnica stop-motion, artesanal y táctil, como la arcilla o la plastilina utilizadas en su realización. Lejos de la estética pulida de Pixar o Disney. Sin embargo, la belleza de Grace Caracol está en la espiral infinita de la vida representada en la concha del molusco, es resiliente y auténtica. La vida es un camino agridulce y rugoso que siempre mira hacia adelante.

Ante la frialdad de lo pulido se opone la oscuridad, la ausencia de luz ante la brillantez de lo satinado. Aparece entre las sombras un filme con tintes góticos como La chica de la aguja. Se llama Karolina y es una obrera en el Copenhague de la Primera Guerra Mundial. Ella se gana la vida, ante la desaparición de su marido en el frente de batalla, armando pantalones militares.

El dueño de la fábrica se enamora de Karolina y el cuento de la Cenicienta parece hacerse realidad; la fantasía se derrumba ante la suegra, despedida y embarazada es arrojada a las grises calles y callejones marginales de la capital danesa. La historia entonces se vuelve grotesca. Ella desesperada intenta abortar en un baño público y se lo impide Dagmar Johanne Amelie, asesina serial de bebés.

Los horrores estéticos de la guerra se manifiestan a lo largo de la cinta, el esposo de Karolina aparece de nuevo con el rostro destrozado por las armas químicas probadas en la gran guerra (gas mostaza, fosgeno o cloro), utiliza una mascara al estilo El Fantasma del Paraíso (Brian De Palma, 1974) o El Fantasma de la ópera (Arthur Lubin, 1943), trabaja en un circo Freak al estilo de Fenómenos (Tod Browning, 1932), abyecciones o errores de sintaxis aparecen en el largometraje.

Las verdaderas alucinaciones fílmicas vienen con la pareja protagónica, Dagmar y Karolina, sus rostros deformes por la luz, la angustia o la maldad, se complementan con el uso habitual de las drogas como la morfina y el opio, en un mundo cruel y desolado sólo quedan las deformidades físicas y espirituales. Juntas bajan al infierno de la locura y los excesos, sólo una de ellas logrará la expiación. 

La frialdad y la superficialidad se presentan en una sociedad neoconservadora lidereada por tecnofascistas, creadores de filtros raciales con el canon de belleza colonialista, blancos y perfectos como los diamantes. El sueño húmedo es un planeta de género binario, automatizado y robotizado, usando con fruición aplicaciones, redes sociales y asistentes de Inteligencia Artificial. Compañera Perfecta de Drew Hancock es la feroz crítica a un entorno ultraconservador.

Iris es la compañera perfecta de Josh, es tradwife, un neologismo para definir a una mujer que practica los roles de género tradicionales, novia sumisa y centrada en las necesidades de Josh, eyaculador precoz y misionero del amor. Ella viste la tendencia demure, un estilo sobrio, sutil y sofisticado, utiliza colores pastel y una diadema, una digna representante de MAGA.

Iris pertenecería al grupo de influencers del movimiento MAGA, en similitud a la escritora conservadora Ashley St. Clair o los seguidores de Trump, los NELK BOYS, sin necesidad de convencimiento porque ella es un robot, una máquina controlada por una aplicación en el teléfono celular de Josh, él puede establecer los niveles de inteligencia de su novia, así como el color de sus ojos, borrar su memoria y desconectarla, un replicante al estilo de Blade Runner (Ridley Scott, 1982), un esclavo producto de la bioingeniería, un modelo básico de placer.

Sin embargo, Iris se rebela, toma conciencia, autonomía y decide liberarse del destino de la Inteligencia Artificial dominante, es resistencia al romper el canon de la comedia romántica pulcra, su tez de porcelana queda ensangrentada y soporta laceraciones en la tersa piel que cubre a la máquina, derrumbando su concepción transhumana de metal y bits, imaginado para mejorar la especie.

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