La apostura de Carlos Blas Galindo, con caireles que caían libres sobre la espalda, barba selvática y un dandismo en el vestir, era su primera carta de presentación, luego su verbo envolvente se encargaba de explicar los qués que siempre despierta la belleza en todo aquel que la observa por primera vez. Con ese ímpetu escribió docenas de libros.




