La música puede crear un mundo sonoro sanador y estimulante para la familia y fomentar intensamente el desarrollo de los niños
En las últimas décadas se han realizado muchísimos estudios sobre los modos concretos mediante los que el sonido, el ritmo y la música pueden mejorar nuestra vida. Los resultados de los estudios realizados con música de Mozart han sido especialmente sorprendentes y han dado origen a la expresión «Efecto Mozart«. Don Campbell emplea esta expresión para abarcar fenómenos tales como la capacidad para intensificar temporalmente la percepción y la inteligencia espacial; su poder para mejorar la concentración y la habilidad verbal de los oyentes; su tendencia a facilitar el salto a la lectura y la expresión lingüística entre los niños que reciben instrucción musical con regularidad, y el increíble aumento de puntuación en los test de aptitud académica entre los alumnos que cantan o tocan un instrumento. Pero el Efecto Mozart se refiere a algo más que al mero incremento en las puntuaciones. Aprendiendo a reconocer e incorporar conscientemente el Efecto Mozart en la vida de tu hijo, puedes:
1. Comenzar a comunicarte y conectar con tu hijo antes de que nazca.

2. Estimular el desarrollo de su cerebro en el útero y en toda su primera infancia.

3. Influir positivamente en sus percepciones y actitudes emocionales desde antes de que nazca y después.

4. Darle modelos de sonidos a partir de los cuales él puede forjar su comprensión del mundo físico.

5. Disminuir su grado de estrés emocional o dolor físico, incluso en los primeros años.
6. Favorecer su desarrollo motriz, como la agilidad y soltura con que aprende a gatear, andar, saltar y correr.

7. Mejorar su capacidad lingüística, entre otras cosas su vocabulario, expresividad y facilidad de comunicación.
8. Introducirlo en un mundo más amplio de expresión emocional, creatividad y belleza estética.

9. Estimular sus dotes sociales.

10. Mejorar su lectura, escritura, matemáticas y otras aptitudes académicas, así como su capacidad de recordar y memorizar.

11. Introducirlo a las alegrías de la comunidad.

12. Ayudarlo a forjar un sólido sentido de la identidad.

«Sorprende pensar que la música y los sonidos verbales rítmicos, que han estado a nuestra disposición toda la vida puedan tener un efecto tan poderoso en la mente y el cuerpo. Pero las pruebas son irrefutables. La buena música posee algo más de lo que nos llega al oído. Empleada con sensatez, puede crear un mundo sonoro sano y estimulante para la familia y fomentar intensamente el desarrollo de los niños», afirma Campbell.
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Bibliografía: CAMPBELL, Don. El Efecto Mozart para niños. Ediciones Urano. 2001. p. p. 26-27