Analizarán el pasado y el presente estético de Eloy Tarcisio

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Los críticos de arte Gloria Hernández, Carlos Blas Galindo y Jorge Reynoso Pohlenz despedirán la exhibición «Arqueologías» con un conversatorio que antecederá a una visita guiada masiva de un viaje personal por el corazón de México que late en el Centro Histórico

Por Arturo Mendoza Mociño

El terremoto que destruyó Ciudad de México el 19 de septiembre de 1985 lo sorprendió fuera del país. Entonces, como pudo, el artista visual Eloy Tarcisio viajó junto con Anne Walace desde San Ignacio, Texas, cruzó Nuevo Laredo, y se enfiló por carretera hasta la capital del país. No había luz en toda la ciudad cuando llegó y una réplica de 7.6 grados de intensidad sacudió de nuevo los centenares de edificios vencidos. Era el viernes 20 de septiembre y en el reloj quedaron congeladas las tétricas 19:37 horas. Al estupor general se propagó después la urgencia de volver a casa a como diera lugar.

«(Con amigos y Anne) Llevamos a la gente que podíamos en la camioneta, repartimos agua, pero no sabía cómo ayudar más, qué más hacer aunque propuse al INBA el realizar un subasta de arte para los damnificados», evoca el artista performativo, «de aquellos días terribles y entre sombras me queda ese espectáculo y el deseo de llevarlo a la expresión artística. Dibujé escenas, recogí láminas, palos, maderas, cosas que ya tenían un significado tétrico por ser parte de los restos del temblor».

El diablo, corre, la muerte (1986), acrílico sobre lámina, que se exhibe en la sala ‘Origen’, es un eco visual de aquella época en que se enlutaron miles de hogares en lo que fuera la Gran Tenochtitlán. Esta desasosegante pieza forma parte de la exposición «Arqueologías» que este sábado 11 de noviembre tiene su último día de exhibición y donde disertarán sobre ella los críticos de arte Carlos Blas Galindo, Jorge Reynoso Pohlenz y Gloria Hernández Jiménez a las 13 horas.

«El diablo, corre, la muerte». Foto: Arturo Mendoza Mociño.
Retroalimentación enriquecedora

Los blasones académicos del crítico Carlos Blas Galindo son innegables. Integrante de la Academia de las Artes e investigador del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas del INBA, Blas Galindo conoce muy bien la trayectoria estética de Eloy Tarcisio a lo largo de varias décadas.

Las valoraciones críticas de Jorge Reynoso Pohlenz, crítico e historiador, director de varios museos, agregado cultural en Rusia, resultan importantes para el ex director del X’Teresa porque se trata de una visión del mundo diferente a la que tienen la mayoría de críticos mexicanos.

Gloria Hernández ha dado seguimiento de los proyectos artísticos de Tarcisio. Con formación en filosofía y letras, Hernández conoce muy bien la historia del arte mexicano y, junto con los otros ponentes, realizará un conversatorio cuya parte enriquecedora para los asistentes será la retroalimentación de lo que el expositor buscó con esta muestra que indaga en su relación con el Centro Histórico de Ciudad de México a lo largo de cinco décadas.

Ciudad de sangre, Ciudad de México

Entre la pieza que abre la exposición «Arqueologías», Vista de Valle de México (1987-2023), arriba en la imagen, y Vista del Valle de México a 500 años (1992), en la parte baja de la composición, median cinco años y el mismo uso de materiales orgánicos que siguen descomponiéndose con el paso del tiempo, en el primer cuadro de grandes dimensiones hay xoconostles, en el segundo sendos manchones de sangre.

El primer cuadro fue realizado en 1987, en el Museo Carrillo Gil, en una exposición que evocaba en su título al poema Muerte sin fin de José Gorostiza. Se hizo en vivo frente al espectador, con música de fondo que emanaba del saxofón de Antonio Russek. Eloy Tarcisio salpicaba de pintura roja la pieza, con clavos apuntando al espectador y xoconostles ensartados en cada uno de esos clavos. Esa referencia visual provenía de la época prehispánica, ya que los xoconostles, además de formar parte de la dieta mexicana contemporánea, en el parecer de arqueólogos, están relacionados con el corazón de los sacrificados, con los vencidos en las guerras floridas mexicas.

En el mismo sentido, Vista de Valle de México (1987-2023) se asocia a los tzompantlis, esos altares de cráneos de los aztecas, donde se derramaba sangre de manera ceremonial. 

En la segunda pieza no hay ninguna metáfora ya que está bañada en sangre coagulada, admite su creador, porque el Valle de México es el mismo de la época de la conquista hasta nuestros días y porque la ciudad que está en él, es decir Ciudad de México, se mantiene como una megalópolis completamente bañada de sangre.

«En ambos cuadros reflexiono sobre la sangre derramada y a ésta la puedo relacionar con las guerras de nuestro tiempo, en Ucrania, en Gaza, donde queda patente que el hombre no ha aprendido nada y que mantiene la misma atrocidad de destrucción. Las dos pinturas son un paisaje del valle mexicano y representan un matiz de sangre que es el mismo sin importar la fecha en que se le contemple».

Foto Arte: Arturo Mendoza Mociño.
Foto: Arturo Mendoza Mociño.
Vivir y morir el Centro Histórico de Ciudad de México

Eloy Tarcisio se ha inspirado, en la conformación de la muestra «Arqueologías», en su vida creativa en el Centro Histórico de Ciudad de México. Aquí, como millones de capitalinos, vive a diario la historia nacional y sus distintos ecos, lo que hay de prehispánico en ciertos comportamientos y el talante contemporáneo de ciertos espacios museísticos y habitacionales.

Como buen mexicano, reflexiona sobre sobre el más allá: «Nosotros morimos diario, tenemos muertas pequeñas, y esos personajes son parte de nosotros. Algunos se asemejan a dioses mexicas, como el dios Huehuetéotl, que se puede ver de perfil en la pieza El diablo, corre, la muerte (1986). Sin duda, la muerte siempre está al lado nuestro y a veces, sólo a veces, somos conscientes de ello en una urbe donde hay cientos de atropellados, gente que muere al día y en nuestra historia cultural tenemos la presencia permanente de personajes o deidades prehispánicas».

Metamorfosis sin fin

A lo largo de cuatro amplias salas -Paisajes, Abstracción, Experimentación, Origen- localizadas en la parte alta del Museo de la Ciudad de México, Eloy Tarcisio bucea en su producción artística a lo largo de cinco décadas. 

Desde ese arco tiempo, explica, se siente cambiando a diario. Los temas que son constantes en su creación -el pasado prehispánico, el uso de materiales alternativos al bronce y la piedra, el deseo femenino, por mencionar algunos-, lo llevan a sentirse más maduro y con una mayor claridad de lo que sucede en su entorno.

En cada sala, cada década que cada una de ellas condensa, hay un bosquejo de las temáticas que lo motivan y lo hacen pensar cómo expresarlas visualmente o con artes interpretativas.

Foto del artista Eloy Tarcisio.
Compases poéticos

Un filme, El hombre que amaba a las mujeres de Francois Truffaut (1977), inspiró a Eloy Tarcisio para realizar una de sus series pictóricas más celebradas.

El personaje principal de la cinta francesa ve las piernas de su madre, escondido debajo de la cama, y esa atmósfera lúdica lo lleva a admirar por siempre las piernas de todas las mujeres porque son, para él, explica Eloy Tarcisio, un compás que le da armonía y ritmo al mundo.

Era 2010, cuando él caminaba por Nueva York con su hija Juliana, que aquellas imágenes cinematográficas se replicaron en las andarinas mujeres que desfilaban antes sus ojos, con gusto, con poesía. 

Así nacieron treinta piezas e infinidad de dibujos que aquí brindan un colorido desfile de fervor y admiración.

Foto: Arturo Mendoza Mociño.

«Arqueologías» se exhibe en el Museo de la Ciudad de México (José María Pino Suárez 30), donde se encuentra el estudio del paisajista campechano Joaquín Clausell.

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